lunes, 25 de abril de 2011

PASA LA VIDA, CAPITULO 7

Observaba el coche con cierto temor.                               
Las llaves estaban en su mano. Respiraba agitadamente.
Lucía llegó corriendo:
-Raquel, te llaman por teléfono, es Fernando.
Estuvieron un rato hablando por teléfono. Fernando se disculpaba por su arrebato:
-Es que venías como una moto y de repente me hechas a patadas.
-Lo siento, es…
-¿Nos vemos luego y hablamos?
-Vale, pero yo…
-Tranquila. Puedo esperar, no tengo prisa para “eso”. Te quiero.
-Y yo a ti.
Con una sonrisa, salió de nuevo.
-¿Nos paseamos? – preguntó su hermana.
-No… no.
-Venga, papá no se va a enterar. Tenemos la mañana libre, vamos de compras.
Con una pícara sonrisa, Raquel abrió el coche, se subieron en él y salieron del aparcamiento.
Pasearon por la ciudad, se internaron en el centro, se cruzaron con varios coches patrulla, pero Raquel no se puso nerviosa, conducía como si tuviera mucha experiencia.
-¿Vamos a la autovía? Allí podemos correr- instó Lucía.
-Se verán los kilómetros.
-Anda, papá sólo le mete caña cuando va solo. Quiero volar… si no tienes miedo, claro.
-No lo tengo, vamos a la autovía.
Desde el principio, pisó fuerte el acelerador.
Estaba a la derecha del carril, un automóvil les estorbaba. Pasaron a la izquierda, le adelantaron y volvieron a la derecha.
Lucía llevaba la música a tope, alucinaban las dos.

Unos chicos, con un potente coche, se situaron al lado.
Pronto empezaron las sonrisas y el quién puede más.
Los chicos les pasaron. Otro coche llegó a su altura.
-Vamos a darles lo suyo a esos tres.- comentó Raquel.
Ellos se pusieron en el mismo carril, se burlaban.
Raquel pasó a la izquierda y les adelantó.
Los chicos volvieron a igualarlas.
Quiso pasarles, pisaba a fondo, cuando otro coche por delante, hizo un adelantamiento improvisado, pasando a un camión.
Los chicos frenaron, intentando no chocar con el camión.
A ellas no les quedó hueco.
Raquel frenaba apuradamente.
Se giró a la izquierda, intentando no embestir al de delante, pero si embistió la valla de protección.
Los chirridos de la chapa, se le clavaron a la mayor en el alma.
Frenaron contra un tope de la valla. Que se incrustó en el morro. El capó, levantado y arrugado, empezó a echar un vapor muy fuerte.
Raquel vio muy cerca suyo el volante, giró la cabeza y el airbag contribuyó a que rompiera el cristal de su ventanilla.
Lucía ponía las manos en el salpicadero cuando fue empujada por la seguridad del auto hacia su asiento.

domingo, 24 de abril de 2011

ALGO TRIVIAL. CAPITULO 5

Mientras, en la sala, Jorge, Andrés y Elena charlaban cuando llegó la enfermera.
- ¿Veis a esta rubia? – comentó, dirigiéndose a ella- Pues quiere envenenarme.
- Por favor, señor Montoya, compórtese. Hora de la medicina.
- Si no  es cierto, tómatela tú primero.
- Son para el corazón.
- Por eso, lo tienes de piedra.
- Sí, señor Montoya. Hora de volver a la cama.
- Eres una torturadora. Deberías haber nacido en la época de la inquisición. Por cierto. ¿Tu apellido es Torquemada?
- ¡Señor Montoya!  O viene conmigo ahora mismo o me veré obligada a inyectarle un sedante.
- Está bien. Me rindo.
La enfermera, empujando la silla, se lo llevó de allí.
A solas con Elena, Jorge se colocó frente a ella:
- Me gustan mucho tus nuevos diseños. Son... perfectos, como tú.
- Gracias.
- Debes de estar muy apenada por la escena del almuerzo. Lo siento.
- Como si no me hubiese enterado de nada.
- No quise... yo...
- Prefiero que no lo digas, me herirías.
- Nada más lejos de mi intención. Sabes que yo... estoy loco por ti, eres muy especial. Eres... yo...
- Déjalo, Jorge,  no llegaríamos a nada. David es muy importante. Mientras esté él, no tienes ninguna posibilidad conmigo.
- Déjale. El no te merece.
- No. No pienso hacerlo. Y menos, después de lo que acordamos él y yo ayer.
- ¿Qué fue eso?
- Más tarde lo sabrás, ten paciencia.

***

En un recodo del acantilado, Pamela miraba al horizonte y Jacobo a la mujer.
- Estás muy callada - dijo Jacobo- La verdad es que apenas sé cómo es el sonido de tu voz.
- ¿Eh?... perdona. ¿Qué me decías?
- ¿Dónde estabas?
- Aquí. Lo siento. Estaba distraída.
- Ya. Lo he comprobado. ¿Tiene algo que ver con lo que has escuchado en el jardín?
- No. Un poco sí. Elena es mi mejor amiga.
- Seguro.
- Y no pongas esa cara. No debes pensar eso.
- No pienso nada. Normalmente, no me interesan los amoríos de los demás.
- Eso está bien. Opino igual.
Estaba muy cerrada, incluso agresiva. Jacobo cambió de tema:
- ¿A qué te dedicas? ¿Eres diseñadora?
- No... Yo... trabajo en otra parte.
- ¿Te avergüenza decírmelo?
- ¿Por qué? Soy dependienta en unos grandes almacenes. ¿Y tú? No me lo digas, seguro que eres un ejecutivo triunfador. O tal vez un millonario excéntrico sin nada en qué matar el tiempo.
- Trabajo en el muelle. Me gustan los barcos.
- No tienes pinta de marinero.
- No lo soy. Bueno, un poco sí. Los reparo y me paseo en ellos.
Ya pareció agradarle más. Ya le preguntaba cosas, y escuchaba con atención. Y continuaron su charla durante bastante tiempo.
Mientras estaba con el resto de invitados, al ser la amiga “pobre”, siempre se mostraba agresiva o indiferente, pero cuando estaba comoda y segura, podía llegar a ser una chica muy diferente, especial, así lo comprobó Jacobo, lo que le habían dicho de ella.

lunes, 18 de abril de 2011

PASA LA VIDA. CAPITULO 6

El domingo por la noche, les anunció que al día siguiente partiría a otra ciudad por una reunión de negocios. Naturalmente, después de los resultados de Raquel.
Y llegó el lunes. También la hora prevista para su inspección.
Aguantando la vergüenza que sentía por la situación, procuró ser fuerte y digna.
Cuando el ginecólogo terminó, llamó a su padre, y delante de él, certificó su pureza.
-Gracias, doctor.
Salieron fuera.
Llegaron hasta el coche. Alfonso estaba distraído y abandonaron la clínica.
-Bueno, papá. ¿No vas a decirme nada?
-¿De qué?
-Sobre los resultados.
-¿Tendría que decir algo? Así debes mantenerte hasta el día que te cases.
-Esperaba al menos una sonrisa.
-¿Por qué?
-Por nada.
-No me distraigas. Tengo muchas cosas en la cabeza y puedo perder el avión.
-Si quieres, te dejo en el aeropuerto y vuelvo a casa.
-No lo harás. No estoy seguro de que no te gastes el dinero del taxi.
-Puedo… dejarte allí y volver en el coche…
-¡Estás loca! Treinta millones me costó esta maravilla. Un arañazo y no respondo. No. Este coche es sagrado para ti. Ni a cien metros te quiero cerca de él.
-Ya veo que quieres al coche más que a mí. Papá, tenemos que sentarnos a hablar con calma. Tenemos un problema.
-¿Ahora? Perderé el vuelo. Ya hablaremos a mi vuelta.
Llegaron a casa y bajaron del coche.
Alfonso llamó a un taxi, ya que no le hacía gracia tener que dejar su amado coche en un parking público.
Subió por su maleta y se despidió con un beso de sus dos hijas:
-Adiós, papá.
-Os traeré un regalo. En el próximo viaje, una de las dos vendrá conmigo.
-¿Puedo ser yo?- preguntó rápidamente Raquel.
-Si… es posible. Depende de las notas.
Se marchó.
-Tú serás la primera, Raquel.
-No lo creo, tú siempre traes buenas notas y yo ya he suspendido. Buen viaje, hermanita.
-No te enfades, no iré a ningún sitio si antes no vas tú, prometido.
-Algún día, cogeré su amado coche y me pasearé en él.
-No sabes conducir…
-Claro que sé. Lo he hecho muchas veces. Fernando me ha dado muchas clases en el de su padre.

jueves, 14 de abril de 2011

ALGO TRIVIAL. CAPITULO 4

                                                                                                                          
Diana, sin apartar la mirada de David, soltó un sonoro ¡Ja!
- Como se suele decir, el que se pica, ajos come –replicó David, burlón.
Diana perdió un poco la compostura cuando replicó:
- Como se suele decir, eres un maldito tramposo y traicionero. Pero esto no va a quedar así. De una forma u otra, me las vas a pagar todas juntas.
Arrastró la silla con rabia. Dirigiéndose a todos, dijo:
- Les pido disculpas, pero cierta compañía no es grata. Permiso.
Salió del comedor.
Casi tropieza con Paula. Era muy joven, muy atractiva y muy altiva.
- ¡Hola! ¿Llego tarde? Lo siento muchísimo. Por favor, Andrés. ¿Podrás perdonarme? Di que sí.
Por toda respuesta, él le sonrió.
- Eres un cielo. Estoy encantada de que me hayas invitado a tu casa este fin de semana que papá no  está.
Se sentó en el lugar que ocupara Diana, y todos comentaron cosas triviales que no derivó en nada. Jorge se levantó a los pocos minutos y salió del comedor.
El almuerzo dio a su fin y pasaron a otras dependencias de la casa.
Pamela salió al jardín. Era frondoso y bien cuidado.
Se sentía excluida, así que iba por libre.
Estaba sumida en sus pensamientos, cuando, cerca de allí oyó voces muy conocidas.
- Lo siento, pero es importante que me des una respuesta ya.
- Cálmate, Paula, yo me ocuparé de todo- era la voz de David, conciliadora.
- Siempre dices lo mismo. ¡Y nunca haces nada! Pues te diré una cosa, pienso seguir adelante.
Pamela, intentó alejarse. Si la descubrían, pensarían que espiaba.
- Hola - dijo una voz a su espalda.
- Hola, Jacobo. No te había visto. –dijo, sobresaltada.
- Sí, hay mucho tráfico por esta parte del jardín.
- Voy al acantilado.
- Te acompaño.

ALGO TRIVIAL. ARGUMENTO.

Dos amigas de la infancia que siempre han estado juntas. Una rica y otra pobre. Han compartido todo, incluso amores. Pero en unas minivacaciones, el novio de una de ellas es asesinado. Durante el proceso de investigacion, se descubre mucho mas que a quien causó la muerte del hombre.

PASA LA VIDA, ARGUMENTO

pasa la vida es una historia corriente, Raquel pierde a su madre a los ocho años, y siente que a la vez, ha perdido a su padre. Su vida, se centra en llamar su atencion y sentir si su padre la odia o por el contrario la ve como a una hija. Es un poco triste, pero es la realidad de muchas personas. ¿Hasta que punto puede Raquel defraudar a su padre? ¿Hasta que punto puede un padre ignorar a su hija?
http://cuentameotraporfavor.blogspot.com/
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martes, 12 de abril de 2011

PASA LA VIDA. CAPITULO 5

                                                                                                                                                                              El sábado por la tarde, bajó a la sala, la llamaba Fernando.
No sabía que su padre estaba allí.
-¿Si?... hola, Fernando… sí, lo sé. Pero no puedo salir, estoy cas… ¿Por qué?... sí, está bien, veré lo que puedo hacer. De acuerdo, media hora, hasta luego.
Colgó. Subía cuando su padre bajaba.
-¿Dónde vas tan rápida?

-A mi cuarto.
-¿Con quién has quedado?
-No es asunto tuyo.
-No me repliques, rebelde.
-¿Vas a golpearme otra vez? Ahora lo tienes fácil. Si me caigo por las escaleras, me mato y así, no te replico más.
-No vas a ninguna parte. Estás castigada.
-Vale, no saldré. Pero si no te quedas para vigilarme, me voy yo también.
-Sube a tu cuarto.
-Eso pretendo.
-Y te quedarás en él aunque tenga que encadenarte a la cama. A ver si por una vez, sigues el ejemplo de tu hermana.
-Eso te complacería ¿Verdad?
-Sí. Deberías parecerte a ella. Dejar de hacer tu voluntad y preocuparte de alguien más que de ti misma.
-Cabrón- dijo en voz muy baja, indignada.
-¿Qué me has llamado?
Ella no contestó.
-Más te vale controlar esa lengua que tienes o te la cortaré. Te has pasado el día en la cama, aprovecha para estudiar por una vez.
-Ya lo haré mañana.
-Lo harás hoy.
-Me duele la cabeza. Tengo fiebre. ¿Sabes? He pillado una rara enfermedad. “papaitis furiosus” se llama. Te duele la cara y te parte el labio.
-Pues no des motivos para sentirla de nuevo.
Subió a su cuarto.
Alfonso se marchó. Media hora después, Raquel trepaba, escapándose de su habitación.

***

 Llegó tarde y mal. De mal humor y llorosa.
Trepó de nuevo por la ventana. Había cerrado por dentro su habitación. Su padre no estaba.
Lucía, al sentirla en la ducha, corrió a su dormitorio.
-¿Dónde te has metido toda la tarde?
-Es largo de explicar. Corté con Fernando.
-¿Por qué?
-Quise hacer el amor con él.
-¿Y?
-Era por despecho. Quiero dar negativo en la revisión. Estábamos a punto de hacerlo y me rajé.
-¡Qué fuerte!
-Fernando se ha mosqueado mucho y yo también. Pero es que no estoy preparada. Al fin y al cabo, es lo que papá espera, que lo haya hecho, para poder echármelo en cara.
-Entonces será una agradable sorpresa.
-Eso espero. Tal vez recapacite. A lo mejor se siente orgulloso. ¿Te imaginas? No se lo creerá. Se pondrá contento, me abrazará y puede que me dé un beso cariñoso, de los de verdad, de esos que hace años no me da.
-Estoy segura de que sí. Papá te quiere mucho, pero es que no sabe cómo acercarse a ti.

EL RETO PARA EL CLUB DE LAS ESCRITORAS

Al día siguiente, mientras le contaba a Emy su cita, e intentaba explicarle todo lo sucedido, apareció Richard.
Sonriendo, le dijo:
- Deberíamos repetir la cita, esta vez tu y yo a solas.
Jessica, sentía mariposas en el estómago, el amor de su vida, le sonreía y parecía realmente interesado en ella.
Así que durante dos semanas, estuvieron saliendo, los dos solos.
Al principio, Richard solo tenía ojos para ella, preguntándole si había quedado de nuevo con Jack.
Pero Jessica, no lo había llamado, se comportaba como una buena chica, y Jack, era solo un bonito recuerdo, algo que le hacia pensar, a veces, suspirar, como si se colara en sus sueños y siempre le sacaba una sonrisa.
Intentó centrarse en lo que siempre había soñado, pero ¿Por qué los sueños cambian cuando hay un atisbo de cumplirse?
Sus primeros besos con Richard, eran maravillosos, no podían compararse a la intensidad del que recibió de Jack.
Pero al cabo de esas dos semanas, quedaron para ir al cine de nuevo. Y cuando estaban acomodados en sus butacas, apareció Rose, una chica como ella, tímida e ingenua, y por su expresión, también esperaba encontrarse con Richard a solas. Pero Rose, no estaba preparada para todo ello.
Jessica, se sentía incomoda, Richard estaba entre las dos, pero ambas se miraban casi con reto.
Y por la sonrisa del muchacho, picarona, Jessica supo que ese era su juego, el demostrar que por muy coladito que pareciera a cualquier chica, siempre había otra cerca, para recordarle que él era el rey del juego.
Así que cuando llegó a su casa esa noche, miró en los bolsillos de su chaqueta, la que llevaba cuando conoció a Jack, y allí estaba el número, aguardando, como si supiera que tarde o temprano lo usaría.
Cuando vio que al día siguiente Richard la ignoraba, se reafirmó en la decisión que tomó de llamar a Jack y quedar con él a solas.
Pero Jack tenía un secreto, algo que pronto descubrió Jessica, cuando al finalizar su primera cita, intentó besarla.
Pero no rozó sus labios, sino que se entretuvo en besarle el cuello. Al mirarse a los ojos, Jessica lo supo, y quiso perderse en ellos. Así que ladeó la cabeza, dándole permiso.
Cuando Jack sació su sed, la besó como Richard jamás lo hizo, ni nunca lo haría. Ni tampoco sería su vida tan apasionada, como unos minutos juntos a Jack. Compartió con él todo lo que su cuerpo, mente y alma le pedía.
No sabía si Jack duraría en su vida para siempre, ni siquiera si lo vería una vez más, pero ¿Qué importaba? Para ser buena chica, siempre había tiempo.
Y si no le volvía a ver, pues, que Richard supiera que no era el rey, sino uno más en su vida, tanto si le gustaba, como si no. La reina, ahora lo sabía, era ella.

martes, 5 de abril de 2011

ALGO TRIVIAL. CAPITULO 3

Había una gran mesa, estaba ya montada con cubiertos, platos y demás enseres necesarios o no, para quien quisiera usarlos.
Y pegada a la pared, había otra, tipo buffet con variedad de comida y dulces, para que cada cual se sirviera lo que le apeteciese.
Andrés gustaba de agasajar a sus invitados así, siempre preparaba para todo un buffet variado. Después, la comida y por la noche, la cena, igual. Así cada uno podía comer siempre lo que más le gustase dentro de la gran variedad de platos.
Aparte de los invitados, estaba el personal. El mayordomo, hombre servicial. La cocinera y  la doncella. También una enfermera particular de Andrés. Todos llevaban en la casa desde siempre.
El anfitrión se había levantado y bajaba a almorzar con sus invitados.
Se quedó en su silla de ruedas, a la cabecera de la mesa.
Rondaba ochenta años, y miraba a todos sonriente.
A un lado, se sentaron Jorge, David y Jacobo. Los tres hombres rondaban la treintena.
Al otro lado, las mujeres. Diana, Elena y Pamela, la primera de treinta y pocos y las dos amigas de veintiocho.
Andrés hizo caso omiso, igual que la propia interesada, a que Jorge tenía  su mirada y atención en Elena.
Escuchaba cada una de sus palabras. Tampoco perdía de vista a David, pero su mirada no era tierna, precisamente.
Con Diana hacia algunos comentarios, y a Pamela, bueno, la chica, para Jorge, no era  de su agrado. Y simplemente, no estaba.
Y con Jacobo, apenas sí le prestaba un mínimo de atención.
Andrés, intentando romper el hielo, sacó un tema trivial, que derivó en asuntos de la empresa. Y ahí participaron casi  todos.
Jacobo escuchaba con atención, pero se sentía aparte.
Miraba a Pamela, ella sí que estaba totalmente aislada, con la mirada entre su plato y las grandes  ventanas.
De pronto, David hizo una mención a su nuevo proyecto. Diana quería fundirlo con la mirada, aguantándose con los labios fruncidos.
David, sonriendo de oreja a oreja, pero con cinismo, le preguntó:
- Por cierto, creo que sabes mucho de este proyecto. ¿No, Diana?
- Es muy grosero y estúpido por tu parte, el hablar nada sobre ese particular.
- Perdona, colega, pero es lo que tú crees. A mí me parece de buen gusto sacar nuestros logros a la luz. Me gusta comentarlo con Elena.
- ¿Se lo dices “todo” a tu novia?
- Por supuesto, no tenemos secretos.
La miró y sonrió.
Diana, sin apartar la mirada de David, soltó un sonoro ¡Ja!
- Como se suele decir, el que se pica, ajos come –replicó David, burlón.
Diana perdió un poco la compostura cuando replicó:
- Como se suele decir, eres un maldito tramposo y traicionero. Pero esto no va a quedar así. De una forma u otra, me las vas a pagar todas juntas.
Arrastró la silla con rabia. Dirigiéndose a todos, dijo:
- Les pido disculpas, pero cierta compañía no es grata. Permiso.
Salió del comedor.
Casi tropieza con Paula. Era muy joven, muy atractiva y muy altiva.
- ¡Hola! ¿Llego tarde? Lo siento muchísimo. Por favor, Andrés. ¿Podrás perdonarme? Di que sí.
Por toda respuesta, él le sonrió.
- Eres un cielo. Estoy encantada de que me hayas invitado a tu casa este fin de semana que papá no  está.
Se sentó en el lugar que ocupara Diana, y todos comentaron cosas triviales que no derivó en nada. Jorge se levantó a los pocos minutos y salió del comedor.
El almuerzo dio a su fin y pasaron a otras dependencias de la casa.
Pamela salió al jardín. Era frondoso y bien cuidado.
Se sentía excluida, así que iba por libre.
Estaba sumida en sus pensamientos, cuando, cerca de allí oyó voces muy conocidas.
- Lo siento, pero es importante que me des una respuesta ya.
- Cálmate, Paula, yo me ocuparé de todo- era la voz de David, conciliadora.
- Siempre dices lo mismo. ¡Y nunca haces nada! Pues te diré una cosa, pienso seguir adelante.
Pamela, intentó alejarse. Si la descubrían, pensarían que espiaba.
- Hola - dijo una voz a su espalda.
- Hola, Jacobo. No te había visto. –dijo, sobresaltada.
- Sí, hay mucho tráfico por esta parte del jardín.
- Voy al acantilado.
- Te acompaño.

lunes, 4 de abril de 2011

PASA LA VIDA. CAPITULO 4


Un rato después, oyó unos golpes en la puerta. ¿Alfonso venía a disculparse? No. Eso no era posible. Y no se equivocaba, era Lucía.
-¿Estás bien?
Hizo un gesto de resignación.
-Te ha dado. ¿Verdad? Tienes un poco de sangre en la boca. Pobrecita mía.
Lucía la abrazó con cariño.
-¿Por qué lo ha hecho?
-Quiere que le de pruebas de que soy virgen.
-¿Cómo?
-Así es, me ha visto con Fernando esta tarde. Cree que soy una guarra. No ha querido confiar en mí.
-Suerte que no me lo ha dicho a mí.
-¿No…?
-Calla, puede oírte. Me mataría.
-Eres demasiado joven, Lucía, acabas de cumplir los catorce años… ¿Porque no me lo dijiste?
-Me dio corte. A los pocos días de mi cumple. Fue con Rafa, le conoces.
Asintió.
-La primera vez, fue bastante malo, me hizo mucho daño, suerte que terminó rápido.
-¿Sigues con él?
-Claro, ya ha aprendido.
Se echaron a reír.
-¡Qué irónico! papá me acusa a mí, y eres tú quien lo hace.
-No te chives.
-Aunque lo hiciera no me creería, y encima me castigaría por difamarte.
-Siento que papá te culpe de todo.
-Yo también.
-¿Por qué no me cree cuando he sido yo y se lo digo?
-Porque no quiere creerte. Con una mala hija, tiene bastante. Es más fácil recurrir siempre a lo mismo. Yo… he perdido a dos chicos que me gustaban porque no podía acudir a sus citas. Y ahora que Fernando lo entiende… a mí me gusta mucho y papá dice que por eso soy una golfa. Pero no lo voy a dejar con él, le quiero.
-Tienes que ser fuerte, Raquel. Tú siempre lo has sido, algún día, se arrepentirá de todo esto. Ya lo verás, cómo se disculpará contigo.
-Mientras tanto, tengo que ver a ese médico que le garantice que sigo siendo… ¿Has oído eso? Creo que ha salido.
Se asomaron a la ventana y vieron el coche de Alfonso salir.
-Se va tan tranquilo, como si no pasara nada.
-Déjale. A lo mejor nos trae algo –dijo Lucia, esperanzada.
-Sí, a mi una buena bofetada. Me estaba acordando de cuando le rayaron el coche. ¡Vaya bronca! Casi tenía las maletas para irme con la tía Isabel. Menos mal que llegó la vecina y le explicó que había visto a un vecino haciéndolo. A veces pienso que el coche le importa más que yo. Ni siquiera me deja acercarme para lavarlo. ¡Dios! Cómo odio ese maldito coche.
-No digas eso. Me da miedo que puedas odiarme a mí.
-Papá te quiere mucho. Yo te quiero mucho, todos te queremos, Lucía, jamás podría odiarte, eres mi chiquitina.
-Yo también te quiero mucho. Has sido mi hermana, mi madre y mi mejor amiga siempre, yo nunca te dejaré de lado, te lo prometo. Cuando yo estaba enferma, tú me cuidabas. Si había tormenta, eras tú la que se venía a mi cuarto a consolarme, y si yo hacía algo malo, siempre estabas ahí para que no me castigaran. Pero yo siempre he intentando que papá me pillara, para que supiera que no eras tú, si no yo, la mala hija. Pero siempre te lo olías y llegabas antes.
La abrazó con fuerza, emocionada.
-Cuando cumpla los dieciocho me voy.  Me da igual quedarme en la calle. Trabajaré y alquilaré una habitación por ahí.
-¿Me dejarás sola?
-No. Tú siempre le has tenido a él.