Mientras, en la sala, Jorge, Andrés y Elena charlaban cuando llegó la enfermera.
- ¿Veis a esta rubia? – comentó, dirigiéndose a ella- Pues quiere envenenarme.
- Por favor, señor Montoya, compórtese. Hora de la medicina.
- Si no es cierto, tómatela tú primero.
- Son para el corazón.
- Por eso, lo tienes de piedra.
- Sí, señor Montoya. Hora de volver a la cama.
- Eres una torturadora. Deberías haber nacido en la época de la inquisición. Por cierto. ¿Tu apellido es Torquemada?
- ¡Señor Montoya! O viene conmigo ahora mismo o me veré obligada a inyectarle un sedante.
- Está bien. Me rindo.
La enfermera, empujando la silla, se lo llevó de allí.
A solas con Elena, Jorge se colocó frente a ella:
- Me gustan mucho tus nuevos diseños. Son... perfectos, como tú.
- Gracias.
- Debes de estar muy apenada por la escena del almuerzo. Lo siento.
- Como si no me hubiese enterado de nada.
- No quise... yo...
- Prefiero que no lo digas, me herirías.
- Nada más lejos de mi intención. Sabes que yo... estoy loco por ti, eres muy especial. Eres... yo...
- Déjalo, Jorge, no llegaríamos a nada. David es muy importante. Mientras esté él, no tienes ninguna posibilidad conmigo.
- Déjale. El no te merece.
- No. No pienso hacerlo. Y menos, después de lo que acordamos él y yo ayer.
- ¿Qué fue eso?
- Más tarde lo sabrás, ten paciencia.
***
En un recodo del acantilado, Pamela miraba al horizonte y Jacobo a la mujer.
- Estás muy callada - dijo Jacobo- La verdad es que apenas sé cómo es el sonido de tu voz.
- ¿Eh?... perdona. ¿Qué me decías?
- ¿Dónde estabas?
- Aquí. Lo siento. Estaba distraída.
- Ya. Lo he comprobado. ¿Tiene algo que ver con lo que has escuchado en el jardín?
- No. Un poco sí. Elena es mi mejor amiga.
- Seguro.
- Y no pongas esa cara. No debes pensar eso.
- No pienso nada. Normalmente, no me interesan los amoríos de los demás.
- Eso está bien. Opino igual.
Estaba muy cerrada, incluso agresiva. Jacobo cambió de tema:
- ¿A qué te dedicas? ¿Eres diseñadora?
- No... Yo... trabajo en otra parte.
- ¿Te avergüenza decírmelo?
- ¿Por qué? Soy dependienta en unos grandes almacenes. ¿Y tú? No me lo digas, seguro que eres un ejecutivo triunfador. O tal vez un millonario excéntrico sin nada en qué matar el tiempo.
- Trabajo en el muelle. Me gustan los barcos.
- No tienes pinta de marinero.
- No lo soy. Bueno, un poco sí. Los reparo y me paseo en ellos.
Ya pareció agradarle más. Ya le preguntaba cosas, y escuchaba con atención. Y continuaron su charla durante bastante tiempo.
Mientras estaba con el resto de invitados, al ser la amiga “pobre”, siempre se mostraba agresiva o indiferente, pero cuando estaba comoda y segura, podía llegar a ser una chica muy diferente, especial, así lo comprobó Jacobo, lo que le habían dicho de ella.
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