miércoles, 25 de mayo de 2011

PASA LA VIDA, CAPITULO 12

A la mañana siguiente, oyó sonar un timbre.                 
Mucho jaleo de personas, y al cabo de media hora, silencio absoluto.
Cuatro compañeras, entraron en su habitación, la levantaron de la cama sin miramientos y la obligaron a ponerse el uniforme, y la llevaron al aseo.
Todo eso, sin dejar de darle pellizcos y capones.
En el aseo, a pesar de que algunas heridas de la cabeza tenían puntos, se la metieron dentro del lavabo y estuvieron sujetándosela un rato, con el agua fría.
Cuando terminaron, le restregaron la toalla por la cara, con brusquedad. La peinaron de mala manera. Y la llevaron al comedor.
Todas lo abandonaban ya.
Allí había mesas muy largas, y una al final, en medio.
-Gracias por dejarnos sin desayuno- dijo una, dándole un capón.
El resto la imitó y la empujaron a la clase.
Allí, la profesora atendió a una de sus heridas, que se le había ido un punto y sangraba.
Pero Raquel no lloraba, no sentía la molestia, no reaccionaba.
Fue obligada a escribir mil veces:
“Me levantaré con el primer timbre. Estaré en clase con el segundo timbre”
No opuso resistencia, ni se quejó. Toda la clase la pasó sin siquiera tratar de esquivar los papeles que le arrojaban sus compañeras. No respondía a ninguna pregunta que le hacían los profesores ni tampoco a ninguna provocación.
No soltó ni una lágrima, ni una queja cuando tuvo que pasar por enfermería a curarse todas las heridas que el accidente le había provocado.
Cuando terminaron de atenderla en el hospital, comprobó con disgusto que le habían cortado el pelo y tenía muchas calvas. Pero ya ni eso le importaba.
A las cinco se marcharon las externas.
A las internas les ofrecieron una frugal merienda que comieron en el jardín.
Había muchos grupos de chicas. No se acercó a ninguno
Se sentó en el césped, pensativa, como ida. Aunque de vez en cuando, sentía el golpe de un balón en la cabeza o la espalda.
Ni siquiera se giraba o cambiaba de expresión.
Por la noche, cuando iba a acostarse, destapó la cama y estaba empapada.
Cogió la manta y durmió en el suelo.
Así la tuvieron durante una semana. Raquel seguía sin reaccionar.

jueves, 19 de mayo de 2011

PASA LA VIDA, CAPITULO 11

El viaje fue largo y pesado.                                              
Con infinita angustia, lo transcurrió llorando.
Pasaron por pueblos, ciudades…
Pararon a comer algo y estirar las piernas. Por unos minutos, cesó su llanto.
Pero, otra vez en el coche, seguía con el hipo.
El conductor, le dijo.
-Epa, niña, que vas a enfermar.
-Eso quisiera, morirme. ¿Por qué no me mataría en el accidente?
-Eres muy joven para decir esas cosas. En la vida se pasan ratos buenos y malos, pero hay que tragarlos con una sonrisa.
-¡Qué fácil decirlo!
-¿Fácil? A mis cincuenta años, podría escribir un libro así de gordo con todo lo malo. Y aquí estoy.
-¿Tan dura es la vida?
-Se ve peor a tu edad. Pero eso lo arregla el tiempo.
-Van a encerrarme. ¿Sabe? Y no es eso lo que me duele.
-¿Hasta cuándo?
-Mi padre me ha condenado a un año y medio. Podré salir cuando cumpla los diecinueve.
-Mucho tiempo. ¿Qué has hecho, alma cándida?
-Ser mala hija.
-Tengo yo una hija de tu edad…
-¿La quiere usted?
-Más que a mi vida.
-Su hija es muy afortunada, dígale que la quiere, abrácela y que le sienta a su lado.
-Seguro que tus padres también…
-Mi madre murió hace años y mi padre me odia.
Suspiró:
-No te odia. Tal vez esté enfadado contigo, pero no te odia, eso te lo aseguro.
Pero Raquel no estaba tan segura.
-Gracias por la charla.

***

Al rato sacaban las maletas del coche.
Había un alto muro y un gran edificio en medio de un enorme jardín. Las puertas eran verjas y dentro, no se podía circular en coche.
Una mujer alta y delgada, cercana a los sesenta, la esperaba. Era su tía Isabel, hermana de su abuelo y tía de su padre.
-Hola, Raquel. ¿Has tenido buen viaje?
-Sí, tía. Gracias.
-Bernardo se ocupará de tus maletas. Te he preparado una buena habitación. Estarás sola. Tu padre lo ha preferido. Aquí estarás bien atendida.
-No te molestes por mí.
-No es molestia. Eres una alumna más. Esto es un centro privado.
El portero ayudó al chofer a entrar las maletas al jardín. Después, cerró la verja.
Tía y sobrina recorrieron el inmenso jardín, solitario en ese momento.
-Tu padre me ha dicho que estudias el último curso de c.o.u. espero que el cambio no afecte a tus notas. Tenemos aulas aparte, con las externas, donde puedes hacer un grado medio, administrativo o bien prepararte la selectividad.
-Esto es muy grande.
-Sí. Necesitamos mucho espacio. Después de las clases, conocerás a mucha gente. Espero que te integres pronto. No estás presa, pero no puedes salir. Los domingos vienen muchas familias, y las niñas salen.
Siguió charlando, comentando las normas a seguir.
Raquel apenas la escuchaba. Tenía su mente en blanco, la mirada perdida.
De vez en cuando asentía, de forma mecánica.
El resto del día, lo tuvo libre para descansar y guardar su equipaje.
Una tontería el traerlo, puesto que tenía que llevar uniforme.
Sólo el domingo, si salía, podía usar su ropa de calle, pero el resto, una falda plisada gris y larga, una camisa blanca y una chaqueta morada, calcetines largos y zapatos negros, sin tacón, era lo único que podía llevar.
Se quedó tumbada en la cama, abstraída, y así pasó toda la tarde y la noche.

domingo, 15 de mayo de 2011

PASA LA VIDA, CAPITULO 10

A la mañana siguiente, a las doce y media, un taxi dejó en la puerta a Raquel y Lucía.
Pasaron al interior de la casa.
En el recibidor, esperaban las maletas de la joven.
Raquel se fue al despacho de su padre.
Estaba sentado, escribiendo algo.
-Hola, papá. Ya estoy en casa.
-Aquí tienes un cheque. Dáselo a Isabel. Ella te lo hará efectivo. Espero que tengas suficiente, no puedo darte más. Me has dejado el bolsillo muy flojo.
-Lo siento, papá, yo…
-No, por favor, no quiero explicaciones. Entre el taller, el abogado, el hospital, tú traslado, la matricula y la estancia en “Los Rosales”, creo que te estoy pagando bien. De todas formas, si necesitas algo, llama a mi secretaria, ella se ocupará de tus asuntos a partir de ahora. Vete ya, el coche está esperando. Pagaré por un año y medio con Isabel. Si quieres salir antes, no quiero verte. Espero que el tiempo que pases internada, dé sus frutos.
-¿Un año y medio?
-Sí, necesito darme un respiro contigo.
-¿No te despides de mi?
-Ya lo hice ayer, cuando te prohibí tocar mi coche.
-Ni siquiera has ido a verme al hospital. Espero que algún día me puedas perdonar. Aunque siento que estás celebrando mi funeral.


miércoles, 11 de mayo de 2011

PASA LA VIDA, CAPITULO 9

                     
Pero, cuando aterrizó, su prioridad era ver a la que aún estaba ingresada. Así que dio el nombre de la clínica al taxista.
Se presentó en recepción.
-Soy Alfonso Vega. Mis hijas están aquí.
-Un momento, sí. Una de las chicas está en la sala de espera, la otra en la planta tercera, habitación trescientos cinco.
Se dirigió a la sala de espera.
-¡Raquel!
Su sorpresa fue mayúscula, la que esperaba, era Lucía.
-¡Papá!
Se abrazó a él, llorando.
-¿Estás bien? ¿Qué ha pasado?
-Pinché a Raquel, quería pasearme y aproveché que estaba enfadada para salirme con la mía. Fue culpa mía, ella no lo habría cogido si no la animo a hacerlo. Ella no quería.
-Es mayor que tú. Es su responsabilidad.
-No. Escúchame. Si tienes que culpar a alguien, cúlpame a mí. Si la castigas, papá, me tienes que castigar a mí también. No la protejo, asumo mi culpa.
-Vamos a casa. Te llevas la maleta y me esperas allí.
Salió con ella, la hizo subir a un taxi, sin escuchar lo que decía. Subió él a otro y fue a comisaría.
Estuvo hablando con el comisario.
-Comprenderá que la situación es crítica para sus hijas. ¿Les dio usted permiso para usar su vehículo?
-No. Se lo prohibí expresamente.
-¿Va a denunciar el robo? Estaba dentro de su garaje.
-No voy a denunciar a mi hija. Dígame cuanto es la multa…
-Al conducir sin permiso y alta velocidad, pudo poner en peligro la vida de varias personas. Le aconsejo que hable con su abogado.
-Será internada en un centro. Hasta que se reforme. ¿Lucía tiene cargos?
-Iba de copiloto. Es menor que Raquel. Lo de la pequeña si puede saldarse con una multa.

***

Alfonso miraba el coche.
Parecía a punto de sufrir un ataque. Su mirada estaba desencajada.
Lo siguió con la vista cuando la grúa lo sacaba de allí.
En un taxi, llegó al concesionario. Allí estuvo hablando, llegando a un acuerdo con el ingeniero.
Pasó la tarde de un lado a otro, hablando con su abogado y con el juez.
Por suerte, pudo solucionar el problema a su manera.
Parecía satisfecho, aunque su aspecto, seguía siendo sombrío.
Cuando llegó a su casa, se dirigió directamente a Celia.
-Prepare el equipaje de Raquel. Todo lo que quepa en dos maletas, antes de mañana a las doce. Estaré en mi despacho, no quiero ser molestado por nada ni por nadie. Dígale a Lucía que no se mueva de su habitación, está castigada por algún tiempo.
-¿Cómo está Raquel? ¿Ha ido a verla?
-Eso es todo, Celia.
Con un portazo, se encerró en su despacho. Allí se pegó al teléfono y estuvo toda la noche sin dar señales de vida.


domingo, 8 de mayo de 2011

ALGO TRIVIAL, CAPITULO 6

Después de la comida, Elena dijo, poniéndose en pie:
- Escuchadme todos. Quiero deciros algo.
Cuando todos la miraban con atención:
- David y yo vamos a casarnos. Aún queda mucho por hacer, pero queremos que sea el próximo mes, en octubre. Estáis, por supuesto, todos invitados. Tú Pamela, serás mi madrina.
Jacobo vio los rostros de todos. Sorprendidos,  pero enseguida vio la irritación en algunos, la resignación en otros, y a Diana, que no le importaba absolutamente nada.
- Es mejor que busques otra madrina - comentó Pamela- Una de tu clase.
- ¡Bobadas! Tú eres mi mejor amiga. Lo consulté con David y estamos de acuerdo.
La abrazó:
- Nunca nos separaremos, Pamela. ¡Nunca!
Pero Pamela no tenía ese entusiasmo que le sobraba a Elena

***

Desde su habitación, Jacobo escuchó una conversación que no le sorprendió. En cierto modo, la esperaba. Pamela decía a David.
- No sabía lo de esa boda, tan repentina. Elena no me había comentado nada, y tú…
- Yo tampoco. Elena me lo comentó de pasada, pero te juro...
- Deja de jurar. Eres despreciable. Te odio. Elena es mi mejor amiga. Si es lo que queréis. ¿Por qué no me dejas en paz de una maldita vez?
- No te vayas de mi vida. Por favor, te necesito. Ya sabes por lo que aún sigo con ella. Tú mejor que nadie lo sabe. Créeme
Hubo una pausa significativa.
- No vuelvas a hacer eso. Yo quiero a Elena. Y tú y yo no tenemos nada más que decirnos.
- No, Pamela. Sabes que tú eres la única mujer a la que amo.
- Te escuché antes, con esa Paula.
- Ella... tenía un problema, quise ayudarla.
- No te creo, David, has jugado mucho. Me marcharé y no volveré a verte. No te acerques a mí, no me hables, no me mires, haz como si yo no existiera, por favor, por tu bien y por el mío, déjame en paz.
- No. Pamela. Por favor, créeme. No voy a casarme con Elena. Pronto seré libre, seremos libres, te juro que no me casaré con otra que no seas tú.
- Entonces no te casarás con nadie. Por favor, deja de acosarme. Lo único que deseo es perderte de vista de una maldita vez.

***

Menudo lío había en la casa.
Y todas las mujeres giraban en torno a David. Elena, Pamela, Paula. ¿Y Diana? Estaba muy irritada con él.
Le sorprendió. No la imaginaba como  una mujer que se enamore fácilmente de un hombre como David. Eran los dos iguales en su puesto. Rivales y por lo que pudo ver en la mesa, feroces enemigos.
Se preguntaba qué hacia él allí, rodeado de tantas mujeres bonitas y ninguna prestándole un minuto de atención.

Bajó a la sala. Allí estaban sólo los hombres, se unió a ellos. Pronto, David también llegó. Parecía enfadado, triste.
Se sirvieron una copa.
Andrés, con la suya en la mano, dijo:
- Vamos a brindar por David. Por su matrimonio y porque sean muy felices.
Pero el dueño de la casa fue el único que la alzó con alegría.
La doncella abrió la puerta:
- ¡Cielos! Pensé que era miss Torquemada.
- Señor Jorge. Le llaman por teléfono. Es urgente.
- Lo cogeré en tu despacho, tío, si no te importa.
- Hace siglos que ya no es mi despacho. Adelante.
Salió.
Andrés, mirando entonces a David, le dijo:
- Me gustaría hablar contigo más tarde. Sube a eso de las once, que ya se va la enfermera y podemos estar tranquilos.
- ¿Sobre qué?
- Mis sobrinas. Ya me entiendes.
Soltó una risa cínica antes de comentar:
- Subiré. ¿Qué me vas a hacer? ¿Darme unos azotes? Te recuerdo que, además de viejo, estás inválido.
David era muy cínico e hiriente cuando se lo proponía.
- No, te quiero proponer un negocio.
- Eso ya me gusta más.

domingo, 1 de mayo de 2011

PASA LA VIDA, CAPITULO 8

Alfonso se duchaba, cuando unos fuertes golpes le sobresaltaron.
Se puso el albornoz que había allí y fue a abrir.
Miró sorprendido a la pareja de guardias que estaban plantados allí.
-¿Señor Alfonso Vega?
-Sí. Soy yo. ¿He atracado a alguien?
-¿Son sus hijas Raquel y Lucía Vega?
-¿Les ha ocurrido algo?
-Un accidente. Están fuera de peligro. Será mejor que se ponga cuanto antes en contacto con la comisaría de su ciudad.
-¿Están bien las niñas?
-Sí. Su estado no reviste gravedad. Una ha sido dada de alta y la otra estará en observación veinticuatro horas.
-¿Cómo ha pasado?
-Eso es lo que tendrán que explicar. Conducían sú automóvil. Yo, de usted, hablaría con el comisario cuanto antes.
-Bien, volveré ahora mismo.
Salía un avión en un par de horas.
Arregló la cuenta del hotel, se disculpó apresuradamente y partió hacia el aeropuerto.
No quería imaginar a sus hijas heridas. Pero se le venía a la mente una y otra vez.
Decidió que iría primero a su casa, para hablar seriamente con Raquel. Ella conducía el coche, de eso, no le cabía la menor duda. Y después, visitaría a Lucia.