Observaba el coche con cierto temor.
Las llaves estaban en su mano. Respiraba agitadamente.
Lucía llegó corriendo:
-Raquel, te llaman por teléfono, es Fernando.
Estuvieron un rato hablando por teléfono. Fernando se disculpaba por su arrebato:
-Es que venías como una moto y de repente me hechas a patadas.
-Lo siento, es…
-¿Nos vemos luego y hablamos?
-Vale, pero yo…
-Tranquila. Puedo esperar, no tengo prisa para “eso”. Te quiero.
-Y yo a ti.
Con una sonrisa, salió de nuevo.
-¿Nos paseamos? – preguntó su hermana.
-No… no.
-Venga, papá no se va a enterar. Tenemos la mañana libre, vamos de compras.
Con una pícara sonrisa, Raquel abrió el coche, se subieron en él y salieron del aparcamiento.
Pasearon por la ciudad, se internaron en el centro, se cruzaron con varios coches patrulla, pero Raquel no se puso nerviosa, conducía como si tuviera mucha experiencia.
-¿Vamos a la autovía? Allí podemos correr- instó Lucía.
-Se verán los kilómetros.
-Anda, papá sólo le mete caña cuando va solo. Quiero volar… si no tienes miedo, claro.
-No lo tengo, vamos a la autovía.
Desde el principio, pisó fuerte el acelerador.
Estaba a la derecha del carril, un automóvil les estorbaba. Pasaron a la izquierda, le adelantaron y volvieron a la derecha.
Lucía llevaba la música a tope, alucinaban las dos.
Unos chicos, con un potente coche, se situaron al lado.
Pronto empezaron las sonrisas y el quién puede más.
Los chicos les pasaron. Otro coche llegó a su altura.
-Vamos a darles lo suyo a esos tres.- comentó Raquel.
Ellos se pusieron en el mismo carril, se burlaban.
Raquel pasó a la izquierda y les adelantó.
Los chicos volvieron a igualarlas.
Quiso pasarles, pisaba a fondo, cuando otro coche por delante, hizo un adelantamiento improvisado, pasando a un camión.
Los chicos frenaron, intentando no chocar con el camión.
A ellas no les quedó hueco.
Raquel frenaba apuradamente.
Se giró a la izquierda, intentando no embestir al de delante, pero si embistió la valla de protección.
Los chirridos de la chapa, se le clavaron a la mayor en el alma.
Frenaron contra un tope de la valla. Que se incrustó en el morro. El capó, levantado y arrugado, empezó a echar un vapor muy fuerte.
Raquel vio muy cerca suyo el volante, giró la cabeza y el airbag contribuyó a que rompiera el cristal de su ventanilla.
Lucía ponía las manos en el salpicadero cuando fue empujada por la seguridad del auto hacia su asiento.
Que interesante se ha quedado, ¿estaran bien las dos chicas? ¿que le dira el padre a Raquel? publica pronto! un beso
ResponderEliminarmuy bueno chiqui, animooo no lo dejes
ResponderEliminarbesitoooos