Después de la comida, Elena dijo, poniéndose en pie:
- Escuchadme todos. Quiero deciros algo.
Cuando todos la miraban con atención:
- David y yo vamos a casarnos. Aún queda mucho por hacer, pero queremos que sea el próximo mes, en octubre. Estáis, por supuesto, todos invitados. Tú Pamela, serás mi madrina.
Jacobo vio los rostros de todos. Sorprendidos, pero enseguida vio la irritación en algunos, la resignación en otros, y a Diana, que no le importaba absolutamente nada.
- Es mejor que busques otra madrina - comentó Pamela- Una de tu clase.
- ¡Bobadas! Tú eres mi mejor amiga. Lo consulté con David y estamos de acuerdo.
La abrazó:
- Nunca nos separaremos, Pamela. ¡Nunca!
Pero Pamela no tenía ese entusiasmo que le sobraba a Elena
***
Desde su habitación, Jacobo escuchó una conversación que no le sorprendió. En cierto modo, la esperaba. Pamela decía a David.
- No sabía lo de esa boda, tan repentina. Elena no me había comentado nada, y tú…
- Yo tampoco. Elena me lo comentó de pasada, pero te juro...
- Deja de jurar. Eres despreciable. Te odio. Elena es mi mejor amiga. Si es lo que queréis. ¿Por qué no me dejas en paz de una maldita vez?
- No te vayas de mi vida. Por favor, te necesito. Ya sabes por lo que aún sigo con ella. Tú mejor que nadie lo sabe. Créeme
Hubo una pausa significativa.
- No vuelvas a hacer eso. Yo quiero a Elena. Y tú y yo no tenemos nada más que decirnos.
- No, Pamela. Sabes que tú eres la única mujer a la que amo.
- Te escuché antes, con esa Paula.
- Ella... tenía un problema, quise ayudarla.
- No te creo, David, has jugado mucho. Me marcharé y no volveré a verte. No te acerques a mí, no me hables, no me mires, haz como si yo no existiera, por favor, por tu bien y por el mío, déjame en paz.
- No. Pamela. Por favor, créeme. No voy a casarme con Elena. Pronto seré libre, seremos libres, te juro que no me casaré con otra que no seas tú.
- Entonces no te casarás con nadie. Por favor, deja de acosarme. Lo único que deseo es perderte de vista de una maldita vez.
***
Menudo lío había en la casa.
Y todas las mujeres giraban en torno a David. Elena, Pamela, Paula. ¿Y Diana? Estaba muy irritada con él.
Le sorprendió. No la imaginaba como una mujer que se enamore fácilmente de un hombre como David. Eran los dos iguales en su puesto. Rivales y por lo que pudo ver en la mesa, feroces enemigos.
Se preguntaba qué hacia él allí, rodeado de tantas mujeres bonitas y ninguna prestándole un minuto de atención.
Bajó a la sala. Allí estaban sólo los hombres, se unió a ellos. Pronto, David también llegó. Parecía enfadado, triste.
Se sirvieron una copa.
Andrés, con la suya en la mano, dijo:
- Vamos a brindar por David. Por su matrimonio y porque sean muy felices.
Pero el dueño de la casa fue el único que la alzó con alegría.
La doncella abrió la puerta:
- ¡Cielos! Pensé que era miss Torquemada.
- Señor Jorge. Le llaman por teléfono. Es urgente.
- Lo cogeré en tu despacho, tío, si no te importa.
- Hace siglos que ya no es mi despacho. Adelante.
Salió.
Andrés, mirando entonces a David, le dijo:
- Me gustaría hablar contigo más tarde. Sube a eso de las once, que ya se va la enfermera y podemos estar tranquilos.
- ¿Sobre qué?
- Mis sobrinas. Ya me entiendes.
Soltó una risa cínica antes de comentar:
- Subiré. ¿Qué me vas a hacer? ¿Darme unos azotes? Te recuerdo que, además de viejo, estás inválido.
David era muy cínico e hiriente cuando se lo proponía.
- No, te quiero proponer un negocio.
- Eso ya me gusta más.
¡Qué intriga me ha dado esta historia!
ResponderEliminar¿Qué va a pasar con Pamela y David? Me gusta como escribes, espero el próximo capi.
Un beso Lou