Alfonso se duchaba, cuando unos fuertes golpes le sobresaltaron.
Se puso el albornoz que había allí y fue a abrir.
Miró sorprendido a la pareja de guardias que estaban plantados allí.
-¿Señor Alfonso Vega?
-Sí. Soy yo. ¿He atracado a alguien?
-¿Son sus hijas Raquel y Lucía Vega?
-¿Les ha ocurrido algo?
-Un accidente. Están fuera de peligro. Será mejor que se ponga cuanto antes en contacto con la comisaría de su ciudad.
-¿Están bien las niñas?
-Sí. Su estado no reviste gravedad. Una ha sido dada de alta y la otra estará en observación veinticuatro horas.
-¿Cómo ha pasado?
-Eso es lo que tendrán que explicar. Conducían sú automóvil. Yo, de usted, hablaría con el comisario cuanto antes.
-Bien, volveré ahora mismo.
Salía un avión en un par de horas.
Arregló la cuenta del hotel, se disculpó apresuradamente y partió hacia el aeropuerto.
No quería imaginar a sus hijas heridas. Pero se le venía a la mente una y otra vez.
Decidió que iría primero a su casa, para hablar seriamente con Raquel. Ella conducía el coche, de eso, no le cabía la menor duda. Y después, visitaría a Lucia.
Escribir es un arte que tú no pareces tener problemas en dominar.
ResponderEliminarAdelante, amiga bloguera.
Un abrazo de Marpín y Ranita.