jueves, 19 de mayo de 2011

PASA LA VIDA, CAPITULO 11

El viaje fue largo y pesado.                                              
Con infinita angustia, lo transcurrió llorando.
Pasaron por pueblos, ciudades…
Pararon a comer algo y estirar las piernas. Por unos minutos, cesó su llanto.
Pero, otra vez en el coche, seguía con el hipo.
El conductor, le dijo.
-Epa, niña, que vas a enfermar.
-Eso quisiera, morirme. ¿Por qué no me mataría en el accidente?
-Eres muy joven para decir esas cosas. En la vida se pasan ratos buenos y malos, pero hay que tragarlos con una sonrisa.
-¡Qué fácil decirlo!
-¿Fácil? A mis cincuenta años, podría escribir un libro así de gordo con todo lo malo. Y aquí estoy.
-¿Tan dura es la vida?
-Se ve peor a tu edad. Pero eso lo arregla el tiempo.
-Van a encerrarme. ¿Sabe? Y no es eso lo que me duele.
-¿Hasta cuándo?
-Mi padre me ha condenado a un año y medio. Podré salir cuando cumpla los diecinueve.
-Mucho tiempo. ¿Qué has hecho, alma cándida?
-Ser mala hija.
-Tengo yo una hija de tu edad…
-¿La quiere usted?
-Más que a mi vida.
-Su hija es muy afortunada, dígale que la quiere, abrácela y que le sienta a su lado.
-Seguro que tus padres también…
-Mi madre murió hace años y mi padre me odia.
Suspiró:
-No te odia. Tal vez esté enfadado contigo, pero no te odia, eso te lo aseguro.
Pero Raquel no estaba tan segura.
-Gracias por la charla.

***

Al rato sacaban las maletas del coche.
Había un alto muro y un gran edificio en medio de un enorme jardín. Las puertas eran verjas y dentro, no se podía circular en coche.
Una mujer alta y delgada, cercana a los sesenta, la esperaba. Era su tía Isabel, hermana de su abuelo y tía de su padre.
-Hola, Raquel. ¿Has tenido buen viaje?
-Sí, tía. Gracias.
-Bernardo se ocupará de tus maletas. Te he preparado una buena habitación. Estarás sola. Tu padre lo ha preferido. Aquí estarás bien atendida.
-No te molestes por mí.
-No es molestia. Eres una alumna más. Esto es un centro privado.
El portero ayudó al chofer a entrar las maletas al jardín. Después, cerró la verja.
Tía y sobrina recorrieron el inmenso jardín, solitario en ese momento.
-Tu padre me ha dicho que estudias el último curso de c.o.u. espero que el cambio no afecte a tus notas. Tenemos aulas aparte, con las externas, donde puedes hacer un grado medio, administrativo o bien prepararte la selectividad.
-Esto es muy grande.
-Sí. Necesitamos mucho espacio. Después de las clases, conocerás a mucha gente. Espero que te integres pronto. No estás presa, pero no puedes salir. Los domingos vienen muchas familias, y las niñas salen.
Siguió charlando, comentando las normas a seguir.
Raquel apenas la escuchaba. Tenía su mente en blanco, la mirada perdida.
De vez en cuando asentía, de forma mecánica.
El resto del día, lo tuvo libre para descansar y guardar su equipaje.
Una tontería el traerlo, puesto que tenía que llevar uniforme.
Sólo el domingo, si salía, podía usar su ropa de calle, pero el resto, una falda plisada gris y larga, una camisa blanca y una chaqueta morada, calcetines largos y zapatos negros, sin tacón, era lo único que podía llevar.
Se quedó tumbada en la cama, abstraída, y así pasó toda la tarde y la noche.

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