lunes, 19 de marzo de 2012

PASA LA VIDA, CAPITULO 18

                                                                                                                        
El domingo anterior a su partida, mientras Alfonso se dedicó a leer los diarios de su hija, ésta estaba en el despacho de su tía, charlando y jugando al ordenador.
Parecían dos niñas entusiasmadas en plena travesura.
-Pasado mañana es tu cumpleaños, Raquel.
-Lo sé. ¿Qué me vas a regalar?
-Hablemos en serio.
-¿Es mucho pedir una botellita de colonia? Hace mucho que no tengo ninguna.
-El reglamento lo prohíbe. Una niña perfumada es…
-La usaré cuando esté fuera.
-De acuerdo. ¿Qué vas a hacer? Te queda poco para acabar el curso.
-No lo sé. Espero conseguir un empleo.
-Tu padre espera tu regreso.
-¿Has hablado con él?
-Sus cheques llegan puntuales. Con el último que he recibido, había una nota de agradecimiento por los servicios prestados.
-A papá no le gusta deber nada. Si algo tiene precio, lo compra. Si algo no le gusta, lo tira. Y yo, no le gusto.
-Sois demasiado parecidos. Tozudos, cabezotas. Es hora de que los dos deis el brazo a torcer.
-El mío es de goma.
-Lo sé. Te… echaré mucho de menos.
-Has sido la única que me ha tenido paciencia.
-La necesitas y mucho. Creí que me mandaban un demonio y eres un ángel. Tus profesores están muy contentos contigo.
-¿De veras? Al fin una buena noticia.
-Esta navidad, la primera en muchos años, la tomo de vacaciones. Me voy a la costa. ¿Te gustaría venir? No es un compromiso, aunque, la verdad, seguro que deseas pasarla con tu familia, después de tanto tiempo si ellos.
-Ando mal de fondos. No sé si tengo algo de dinero.
-El dinero de tus gastos está intacto. Pero no te preocupes, yo invito. Soy una solterona que apenas sale y tiene un buen sueldo.
-¡Qué suerte!
-Me hubiera gustado no tenerla y casarme, tener algún hijo propio… pero elegí esta vida. ¿Tuviste algún novio?
-Sí… Fernando.
-¿Te ha escrito alguna vez?
-Un par de veces, al principio. Y nada más. Ya habrá conocido a otra. Yo… le quería y mucho. Aún le recuerdo con cariño.
-Eres joven y bonita. Y hay muchos hombres en el mundo. Conocerás al hombre de tu vida antes o después.
-Y si no, puedo sustituirte.
-No. Tú no necesitas esto. Tú necesitas una familia. Una relación buena, o varias, y vivir un poco fuera de aquí.
-Ahora me asusta lo de fuera, aquí me siento arropada.
-Eso pronto se supera, pero puedes venir siempre que quieras, aquí tendrás un sitio para ti.


***

Y llegó el gran día.                                                     
Lucía y Elena arreglaron la habitación de Raquel.
Prepararon sus platos preferidos.
Incluso Alfonso parecía nervioso de poder verla de nuevo.
Habían hablado mucho él y su esposa.
-Debes tener paciencia y hablar los dos con calma.
-Esas fueron sus palabras aquél día. Y yo creí que me iba a pedir dinero o tiempo libre o qué se yo. Por suerte, ahora te tiene a ti.
-A mí no me conoce. Ella quiere a su padre. Tú le importas
-Debí avisarla e ir a por ella, es un viaje largo, nos hubiera venido bien hablarlo.
-Eso es lo de menos, lo importante es que la esperamos con ansiedad. Pero creo que tu regalo es un poco… infantil.
-Un enorme oso de peluche. Siempre le han gustado los peluches, la hice mayor antes de tiempo. Hoy volverá a ser niña.
Oyeron el motor de un coche que paraba en su puerta.
-¡Voy yo!- gritó Lucia.
Abrió la puerta con una gran sonrisa. Que murió al instante:
-¿Lucia Vega?
Asintió, mirando al mensajero.
La hizo firmar y le entregó un telegrama.
Al leerlo, se echó a llorar. Su padre se lo arrebató de las manos.
“Querida hermana. Tengo nueva casa. Nos veremos algún día. Te quiero. Raquel”

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