LAS VECINAS
Eva llamó a la puerta de mi casa. Vivíamos en uno de esos bloques de apartamentos, donde sólo hay un dormitorio, cocina y comedor, por suerte, el aseo, un minúsculo receptáculo, estaba tapiado y me sentía un poco más digna, con esas cuatro paredes salvaguardando mi intimidad en “esos momentos” que todos visitamos por necesidades.
Ella parecía asustada, nerviosa, cuando abrí la puerta, se echó en mis brazos:
- Laura, está aquí –me dijo entre lágrimas.
No hizo falta que la invitara a pasar, cerré la puerta cuando ella se internó en mi casa. Daba vueltas, me miraba compungida.
Hacía poco, en edificios colindantes, se había colado un violador, que no solo, abusaba, sino también mataba a sus victimas, estrangulándolas.
No habían encontrado nada sobre él, no dejaba rastro alguno, nadie lo había visto entrar ni salir, como si fuera una sombra.
Y Eva, de mediana estatura, rubia clara, y unos preciosos ojos, daba el tipo total y absoluto para ese animal que estaba aterrorizando al barrio entero.
Apenas nos conocíamos, sólo llevo allí un par de meses, pero en las tres últimas semanas, Eva se pegó a mí como si entre las dos, fuésemos una tabla de salvación, en mi caso, no corría ningún peligro, nadie iba a venir a hacerme daño a mi casa. Y es que yo, soy alta, más de la media, y visto como si tuviera veinte o treinta años más de los que tengo, con jerséis sin escotes, con amplios pañuelos y faldas largas y anodinas, vamos, que no atraigo a nadie.
Cada dos por tres, Eva venía a casa, cuando escuchaba ruidos raros, veía a alguien a quien no conocía, aunque solo pasara por la calle, y siempre estaba aterrorizada. Pero hoy, precisamente hoy, ha venido a mi casa, cuando yo ya tenía planes para salir. Tengo una cita, aunque suene increíble.
- No debes tener tanto miedo –dije, consolándola- Al fin y al cabo, tienes una puerta blindada y ningún acceso a tu casa.
- Pero hoy es martes, y todos los martes de los últimos dos meses, ese bastardo ha entrado en la casa de alguna chica. Y te lo juro, se parecen a mí.
Resoplé. De todas formas, la cita de hoy tampoco me apetecía mucho, y pasar la velada con Eva, sería mucho más divertida, así que cuando me preguntó si podía quedarse a dormir conmigo, pues bueno, una fiesta de pijamas estaría bien. No había tenido nunca ninguna y sentía deseos desde hacía muchos años, de tener una amiga con la que hacerla.
Cenamos entre risas, Eva estaba mucho más tranquila, mi presencia le gustaba, y eso era bueno para mí.
Y llegó la hora de ponernos el pijama.
Eva se quedó en ropa interior, estaba preciosa con ella.
- ¿Vamos a la cama?
Intenté quitarme la ropa dignamente, mis pechos me limitaban mucho, no tenía que habérmelos puesto tan grandes, pero el médico me había dicho que eso era más femenino.
Y es una tontería, puesto que yo no me siento mujer. Y Eva, desde luego, es mi tipo. De hecho, no la he visitado nunca por la tremenda seguridad que tiene en su casa. Con las otras había sido más fácil, así que me conformaba con tener chicas que se le parecían.
Eva me miraba sonriente, me hacía ojitos, ella siempre pensó que yo soy lesbiana, es una forma de verlo, ya que mi apariencia, parece femenina, todo por una tontería, casi me pillan, así que me disfracé de mujer, tapando mi nuez con grandes pañuelos, y mi miembro lo oculto con faldas amplias, es tan sencillo, ligo mucho más y mejor desde que decidí fingir lo que no era.
Y Eva, empieza a ponerse nerviosa mientras termino de quitarme toda la ropa, si, es un poco fuerte, no se esperaba la sorpresa que tengo entre las piernas.
Jadea, horrorizada, me mira como si no me conociera de nada, está temblando, pero seguro que la hago gozar, como a las otras, un último esfuerzo por mi parte para que duerman plácidamente el sueño eterno, por que después de estar conmigo, no van a encontrar nada mejor…
Me ha encantado, no me lo esperaba para nada ese final!!!!!!!! pobrecita Eva...
ResponderEliminarLorena
Uf! Me encanta! Maravilloso relato!
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