martes, 28 de febrero de 2012

PASA LA VIDA, CAPITULO 17

Dos días después, Elena entró en la habitación de Raquel.                            
Abrió las ventanas.
Miró hacia su escritorio, estaba lleno de muñecos, libros y álbumes de fotos, recortes de prensa y hojas sueltas.
Abrió los cajones, miró curiosa entre sus cosas.
Raquel no se deshacía del pasado con facilidad.
Entre sus apuntes, tenía las notas del colegio.
Comprobó un gran bajón en sus estudios cuando su madre enfermó. Le costó mucho recuperarse.
También descubrió sus diarios. El primero iba desde un veinticinco de febrero hasta dos años después. También tenía hojas en blanco.
Se preguntó a sí misma si debía leerlo. Por esa época, Raquel tendría ocho-nueve años.
Miró entre sus páginas. Había palabras que parecían de una mujer y enseguida, palabras típicas de una niña.
Había ataques contra Alfonso y también palabras tiernas
Sintió que se le ponía la piel de gallina en algunos fragmentos
Cerró el libro por la tarde, con la llegada de su esposo.

Al día siguiente, mientras él leía, ella le entregó el diario.
-¿Qué es esto?
-Quiero tu opinión. Léelo tranquilo, sin prisas.
-Parece un diario.
-Es el primero. Tengo otros. Es de una niña que ha sufrido mucho por la falta de cariño y la soledad.
-Bastante tengo con mis problemas.
-Es importante que lo leas.
-No me interesa la vida de ninguna extraña.
-En verdad es una extraña, pero no una desconocida. Es el diario de Raquel.
Alfonso se puso tenso
-No voy a leerlo, es un ataque contra su intimidad.
-No más fuerte que cuando le pediste pruebas de virginidad. Sí, lo he leído. Si alguna vez la has humillado, nunca más que esa. ¿Qué pasó después? ¿Descubriste que no era virgen? ¿La premiaste al menos por serlo?
-Ese mismo día tuvo el accidente.
Elena se puso en pie, sin poder entenderlo:
-Te veo con Lucía y pienso “Es un gran padre” pero después de leer el diario… Alfonso, tienes dos hijas. Hasta yo pensé que Raquel estaba muerta.
-No… sólo…
-¿Por qué me he enterado de que tu hija está interna en un colegio al año de habernos casado? ¿La has llamado alguna vez? ¿Por qué nunca hemos ido a verla? ¿Tanto daño te hizo al destrozar tu coche?
-No es sólo el coche, siempre…
-Siempre te ha adorado, y nunca entendió que no tenía padre, sólo un castigador. Habla con Lucía, lee el diario, si después de eso, aún sigues pensando que Raquel ha sido mala hija, yo no conozco al hombre con el que me he casado.
-Tú no la conoces…
-Quien no la conoce, eres tú. Ha hecho maravillas por ti. Milagros por su hermana. Fíjate si lo ha hecho bien, que tú siempre has pensado que tenías a un demonio durmiendo en la habitación de al lado.
Alfonso estuvo toda la velada escuchando lo que Lucia le decía.
Con lágrimas en los ojos, confesaba una a una, todas sus travesuras.
Después, empezó con el primer diario.
Hablaba de la enfermedad de su madre, cómo se daba cuenta de todo lo que pasaba a su alrededor.
“Papá estaba llorando. Me he sentido muy triste al verlo. He querido darle un abrazo. Para que no se sintiera tan triste, yo le cuidaré, lo prometo, y a Lucia también. Pero cuando le abrazaba, no ha querido, me ha dicho que subiera a mi cuarto”
“¿Por qué papá no me quiere?”
“He llegado más tarde del colegio, Lucía se ha metido en el barro cuando la abuela no la miraba, y después ha manchado toda la casa. La abuela casi le pega. He tenido que mancharme de barro para que no le pegara a ella. Cuando ha venido papá, me ha castigado. Ya no podré ir al circo el domingo, tenía muchas ganas de ir a ver a los elefantes… Lucía ha prometido que me lo contará todo. No será lo mismo, pero por lo menos, ella no se lo perderá”
“Sé que papá se pondría muy triste si supiera que no puedo controlar a Lucia. Yo soy mala, muy mala, pero Lucia no, ella es buena y él está muy orgulloso de su hija. No sé qué puedo hacer para que papá me quiera un poquito”
Y acababa el diario con el último día, el domingo, el día antes del accidente:
“Papa se llevará una sorpresa.  Dice que siempre miento, a veces me dan ganas de hacer cosas malas de verdad, ser la persona que él cree que soy. Me ha dolido mucho la bofetada, pero no por el golpe, nunca me había pegado, a veces lo odio. Necesito sentarme con él y hablar de todo, sentir que me escucha, que le importo. Creo que voy a volverme loca de rabia. Ojala hubiera podido hacerlo con Fernando, para darle una buena lección. Yo quiero a Fernando, pero papá no lo entiende. Mamá era más joven que yo cuando salía con él. Temo que cuando pretenda arreglar las cosas, sea demasiado tarde”.

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