Después de repetir
unas cincuenta veces el menú del día, lo dices ya de forma automática.
Lo memorizas nada más
ponerte el delantal, sabes que algunas cosas se repiten, otras varían, pero
cada día, es prácticamente igual al anterior.
Lo mismo ocurre con
el cliente, que intenta seguirte mientras lo dices lo más rápido posible,
porque el local está lleno, porque ya estás saturada, pero tanto uno como otro,
se olvidan de lo esencial, el cliente, de que, en este caso, camarera, va
deprisa y corriendo, porque así se lo exigen, y la camarera, de que el cliente
quizá no tiene el oído acostumbrado a tanta “ligereza oral”.
Aunque a veces, y más
si viene casi a diario, lo que intenta es burlarse de ti, ponerte nerviosa, o
busca un poco de atención especial, primer plato, segundo plato, ensalada,
bebida, pan y postre, una sonrisa, que aguantes sus piropos, a veces de mal
gusto, y todo, por ocho euros.
Pero otras veces,
después de haber aguantado el tercer “guapa” de su boca, te mira con una sonrisa
de “el cliente siempre tiene la razón”.
- ¿Me lo puedes
repetir? Es que no te he escuchado, guapa.
Vaya, hoy viene con
ganas de hacerte perder el tiempo, pues es el mismo menú de todos los
miércoles, que por cierto, los miércoles nunca falla.
- De primero,
ensalada de alubias, ternera con guisantes o consomé.
- ¿Qué lleva el
consomé?
- Caldo, señor.
Te mira entrecerrando
los ojos, piensa que estás ligando con él, porque le estás dando conversación.
¡Qué vista!
- ¿Y de segundo?
Sonríes, estás a
punto de mandarlo al local de al lado.
- Macarrones con
tomate, carne empanada con patatas o ensalada, chuletas con patatas o ensalada,
o calamares romana también con patatas o ensalada.
- ¿Tú que me
recomiendas?
- Los macarrones son
gratinados, y las chuletas están muy bien.
Vuelve a sonreír:
- ¿La ternera me has
dicho con guisantes?
- Sí, señor, ¿quiere
ternera?
- Me pones ensalada
de alubias.
Vale, jaja, se ha
quedado contigo. Encima es gracioso.
- ¿Y de segundo qué
le pongo?
- Uf, si yo te
contara –finge ajustarse “el paquete”.
Intentas demostrar
que tu sonrisa es la que vendes a diario a todos los que pisan el restaurante,
que no tiene nada de especial, sólo “dientes”.
- ¿Me dice qué le
pongo de segundo, señor?
- ¿De qué es la carne
empanada?
- De pollo.
- ¿Ensalada de qué?
- De la huerta, ya
sabe, tomate, lechuga, pepino, maiz…
- ¿Y las chuletas me
has dicho…?
- De lomo de cerdo,
señor.
- ¿Y las patatas de
qué son?
- De patata, “señor”.
Vaya que lo que cuentas pasa en la vida cotidiana. Y más en verano que es cuando la gente va a los bares.
ResponderEliminarSaludos y que pases un buen verano.
lo bueno y lo malo, es que pasa más a menudo de lo que pensamos, jaja. un beso, Gata Enmascarada, feliz verano.
Eliminar¡Muy bueno! Tal cual. Y el final muy divertido.
ResponderEliminarBesoss
la verdad es que me parecía algo tan cotidiano, que me partía escribiendolo, me alegro mucho que te haya gustado, Lourdes, espero publicar pronto alguna historia más. feliz verano, Besos
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