Lucía se desperezaba en la cama.
Era viernes, las diez de la mañana. No iba al instituto, ese día no, se lo tomaba siempre libre, el día de su cumpleaños.
Y por fin cumplía los dieciocho.
Bajó a desayunar. Estaba en la cocina cuando sonó el timbre de la puerta. Elena fue a abrir, era evidente su estado de gestación.
Se quedó parada al verla. La joven tampoco supo reaccionar, no esperaba encontrarla:
-Hola, Raquel. Soy Elena.
-Hola. ¿Está Lucía?
La aludida, ya corría hacia la puerta:
-¿Raquel? ¡Raquel!
Se abrazaron con fuerza.
-¡Qué guapa estás, Lucía! ¡Y qué mayor! Date la vuelta.
Entusiasmadas, no cesaban de mirarse, abrazarse y darse besos, emocionadas.
-Te he traído un regalo, no quería perderme tu mayoría de edad.
-Tú eres mi mejor regalo. Pasa, estábamos desayunando. ¿Conoces a Elena?
-Sí, nos acabamos de conocer.
-Te pareces mucho a tu padre. ¿Cómo estás?
-Bien, gracias. ¿Y usted?
-Sé que no nos conocemos, pero esas formalidades sobran. Me gustaría que hablásemos un rato antes de que llegue tu padre. Vendrá corriendo si sabe que estás aquí.
-Eres muy amable, pero tengo mucho que hacer.
-Tu padre se pondrá muy contento de verte.
-No lo creo. Si estoy aquí es porque me he asegurado de que él no estaba. Pero ya me voy.
-¿Dónde?- preguntó su hermana- Tienes tu habitación preparada hace mucho tiempo. Esperábamos tu regreso… todos.
-Tengo un apartamento alquilado desde hace un mes. Te he apuntado la dirección, ven cuando quieras.
-Eso no es necesario- terció Elena- Tu padre…
-Fui expulsada de esta casa. Estoy muerta para él. Lo siento, se te ve muy agradable, pero yo no tengo padre ni madre, sólo mi hermana.
-Papá ha cambiado, te lo prometo.
-Yo también, Lucía. Ven a verme cuando quieras.
***
Días después, hablaba con su hermana en una cafetería:
-¿Has encontrado ya trabajo?
Raquel negó. Tenía una tarjeta en la mano, a la que no cesaba de darle vueltas y mirarla.
-El tío Alejandro necesita una secretaria. La que tiene se fue ayer de baja maternal.
-Lo sé. En la bolsa de trabajo me han dado su aviso.
-¿Irás?
-¿Y qué me mantenga? No, gracias. Algún día le devolveré todo el dinero que desperdició conmigo. Ya encontraré otra cosa.
-Será un trabajo. ¡Da igual! Es trabajo.
-Lucía, no lo entiendes…
-No. No lo entiendes tú. Alejandro necesita para ya una secretaria. Tú necesitas un empleo, porque si no, tendrás que dejar tú casa. ¿Y qué harás?
-No pienso volver a su casa. No voy a arrastrarme pidiendo limosna.
-Pues lucha, hazlo por mí. Si no coges ese empleo, la pedirás. Venga, vete a ver a Alejandro.
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