Pasadas
las diez y media, todos, excepto el anfitrión, estaban en una gran sala, con
muchos sillones.
La
charla era variada.
Elena,
sentada junto a Pamela, que hojeaba una revista, se puso en pie. Fue al equipo
de música. Seleccionó un CD y lo puso en la cadena.
Era
música clásica, pero la puso a volumen muy alto.
David,
poniéndose en pie, dijo a su prometida:
- Baja
el volumen, Elena, está muy fuerte.
- Yo
lo haré – se ofreció Pamela.
Lo
bajó bastante y fue de nuevo a su sitio.
Elena
seguía junto al altavoz, con los ojos cerrados y abstraída por completo.
- Mañana
por la mañana me marcho - dijo Paula.
- ¿Ah,
sí? - le preguntó Diana.
- Sí.
Ya me aburro. Saldré a navegar. ¿Me acompañas?
- No
creo que...
- Hazlo,
por favor, será muy divertido. Papá tiene un nuevo patrón en su yate, que es
fabuloso.
- Está
bien.
- ¿Nos
acompañas, Elena?
- Está
distraída – dijo Pamela. ¿Quieres que se lo pregunte?
- Es
igual, déjalo.
Su
tono era despreciativo. Mostrando de lejos que no deseaba nada con Pamela.
- Pues,
como te iba diciendo, Diana, ya verás lo bien que lo pasamos. ¿Alguno de
vosotros se apunta? Iremos a la isla.
- Yo
iré - dijo Jorge.
Paula
miró a Jacobo y éste asintió.
- Lo
pensaré - dijo David- Aunque puede que sí.
- Entonces
partimos a las nueve. ¡Oh, perdón! Zarpamos a las nueve. Quedamos a las ocho y
media en el vestíbulo. Llamaré al patrón, que esté listo a esa hora.
Un
cuarto de hora después, David se puso en pie:
- Voy
a ver a Andrés. Buenas noches a todos.
Le
respondieron la despedida.
- Tío
estará descansando- dijo Jorge.
- Andrés
nunca descansa cuando tiene un negocio entre manos. Y ahora lo tiene conmigo.
-
¿Qué negocio es ése?
- Tú
preocúpate de sentarte en tu despacho y que te lo den todo mascadito. Y deja
los asuntos serios para los mayores.
Jorge
lo miró de una manera... David se estaba burlando, pero no encontró palabras
para responder.
Cuando
la puerta se cerró, dijo con despecho:
- De
verdad. No me explico cómo Elena lo soporta. Es un ser despreciable.
- ¡Jorge!
No digas eso.
- Es
lo que siento, Paula. El mundo no perdería nada si David desapareciera de él.
- Tranquilo,
Jorge- terció Jacobo- No hables así delante de su prometida.
- Ni
siquiera nos mira- dijo con desprecio.
-
Aún así, ella está presente - comentó Diana.
- No deseo ningún mal
a ése tipo, pero sí mucho bien a Elena. Por eso me callo. De un modo u otro,
acaba sabiéndolo todo.