Te levantas por la
mañana, te cuelgas la mochila a la espalda y echas a andar.
Ese camino que tanto
tiempo llevamos deseando tomar, pues hoy es tan buen día para tomarlo como otro
cualquiera.
El sol brilla, los pájaros
cantan, te sientes feliz de respirar aire puro. Y una lagartija se cruza en tu
camino. Vaya, a ti que te da repelús las lagartijas y bichos en general.
Una nube oscurece el
cielo. Jolín, ya no es tan bueno el día.
Y te encuentras ante
la encrucijada de los tres senderos. Estás sola ¿Cuál tomas? Derecha, izquierda
o centro.
El de la derecha, ves
que termina en un maravilloso prado, el de la izquierda, te lleva a una cala
divina, y el del centro, no se ve el final, así que supones que es más de lo
mismo.
Te encaminas por el
primero, llegas al prado, el sol vuelve a brillar, te imaginas que estás dentro
de la película sonrisas y lágrimas. Y allí que te pones, (porque nadie te ve) a
bailar dando vueltas, como si la vida fuese una noria. Y justo en el centro del
prado, ves que hay una trampa, honda, inquietante, con estacas dispuestas a
hacer su trabajo si das un traspiés.
Giras sobre tus pasos
y retomas el camino, el de la izquierda. Hace mucho calor, por lo que un bañito
no estaría mal.
Como siempre, no hay
nadie, así que te quitas la ropa y te metes en el agua.
Y cuando mas feliz te
sientes, meciéndote entre las olas, notas que el agua está removida, te
enderezas, un remolino viene hacia ti. Sales huyendo de allí, a malas penas
coges la ropa, pero se te olvidan los zapatos.
Así que decides en el
cruce de caminos, que debes dar la vuelta, pero una valla increíble, se ha
levantado sin que te dieras cuenta, no hay marcha atrás.
La marcha hacia adelante,
te lleva de vuelta a casa. Con los pies destrozados por tanto pisar matas y
piedras.
Moraleja: da igual el
camino que tomes, cuando te sientes feliz, siempre tiene trampa. Cuando intentas
relajarte, un remolino descontrolado te engulle. La marcha atrás, es una
leyenda urbana, y cuando por fin encuentras tu camino, este se hace un
suplicio, que te destroza por completo, quitándote las ganas de seguir otro
camino.
Así que si un día decides
cambiar de senda, lo mejor es que no vayas por la misma que los demás, elige la
tuya, haz la tuya, total, al final siempre hay algo que la fastidia.
pero, lo mejor de todo, o lo unico bueno, es que vayas donde vayas, siempre queda una huella en el camino.